Tras un destierro voluntario de casi dos años, propiciado por la deficiente cartelería anunciada en Zaragoza y sobre todo, por mi falta de ilusión por el estado actual de la fiesta, el día de San Jorge volvía a mi plaza. Un cartel muy atrayente con dos toreros de buen corte y en buen momento pero sobre todo con una ganadería santacolomeña muy de mi gusto donde salen toros bravos y con calidad, pero también esos encastados que venden cara su lidia y muerte.
Ana Romero era la ganadería anunciada y el primer despropósito fue que el hierro titular solo lidiaba 5 Toros y se remendaba la corrida con un “toro” de Cuvillo. Primera cuestión, ¿Cómo puede remendar una corrida de Ana Romero un toro de Cuvillo? ¿Lo lógico y, sobre todo, lo que marca la categoría de una empresa, no hubiera sido que el remiendo fuera otro Toro santacolomeño? ¿Tiene claro la empresa que muchos de los aficionados que pagaron su entrada lo hicieron por ver la ganadería?
Pero lo más grave del caso es que, el remiendo de Cuvillo, sustituía a un Toro perfecto de hechuras, muy en el tipo Buendía, que por no sé qué motivos y con qué argumentos, quedó desechado y excluido de la corrida. Hasta aquí los preámbulos de lo que fue una jornada taurina, más que desagradable, para mí.
El remiendo de Cuvillo saltó a la arena en segundo lugar, un animal sin ningún trapío, con hechuras de buey, totalmente impresentable, ya no para una plaza de primera, sino para cualquier plaza de Toros, un animal más propio de las calles de un pueblo que de tener el honor de lidiarse en el bicentenario coso zaragozano.
El remiedo de Cuvillo que complataba la corrida de Ana Romero
Ante semejante atentado contra la categoría de la plaza, a mí y a mis compañeros solo nos quedaba la opción de protestar el “bichejo”, se protestó con fuerza y desde varios sectores de la plaza, seguimos protestando durante toda su lidia, además el comportamiento del animal fue totalmente ovejuno, un animal que poco tuvo que ver con un Toro de lidia, las protestas arreciaban y más sabiendo lo que había quedado en los corrales excluido y sustituido por semejante escombro. Como digo las protestas iban a más, bajo mi criterio, totalmente justificadas y lo que es más importante, totalmente lícitas, hasta que aparecieron 9 AGENTES 9 de la policía nacional, en nuestras localidades para, a 3 AFICIONAOS 3, solicitarnos que abandonáramos la plaza, a instancias de su superior, con el argumento de que estábamos alternado el orden público. La primera reacción fue de estupor, de negarme a abandonar mi localidad sin haber cometido ninguna irregularidad, los agentes nos piden que nos identifiquemos y de nuevo nos sugieren, ahora ya con el tono más subido, que abandonemos la plaza, nos acompañan hasta la salida y en ese paseo hasta la puerta la conversación con los agentes sube de tono, alguno de ellos con una actitud totalmente chulesca e intimidatoria y al final dicen que ellos se limitan a cumplir órdenes.
Ahora vienen las siguientes cuestiones: ¿Quien da la orden de echar a tres aficionados de la plaza por protestar? ¿Está prohibido mostrar la disconformidad de lo que ocurre en el ruedo? ¿ Con el argumento de que esas protestas pueden molestar al resto de aficionados, se han parado a pensar que a algunos nos puede molestar esas ovaciones inmerecidas y sin sentido que se dan en las plazas tarde tras tarde?.
Pues esto es lo que sucedió en mi plaza, en el día del patrón de Aragón. Llego a la conclusión de que, o te gusta todo lo que pasa en la plaza y aplaudes todo, o si no, te callas. La dictadura del buenismo también ha llegado a las plazas de toros, cuando no hace mucho tiempo se decía que una corrida de Toros era el espectáculo más democrático que existía, donde todo el mundo podía expresar su opinión libremente, pues se acabó, o estás a favor de obra o te callas.
No me imagino yo a nadie que vaya a un buen restaurante a comerse un buen besugo, que salga el besugo podrido y se lo tenga que comer sin rechistar o quedarse sin comer, eso sí, pagado a precio de oro.
Ya lo digo Ortega y Gasset, quien quiera saber cuál es el estado en el que se encuentra España, que se acerque a una plaza de Toros. El día de San Jorge, en efecto, quedó reflejado claramente, en la plaza de Toros de Zaragoza, en la situación en la que se encuentra la Fiesta y el País.
Volví a mi plaza después de dos años, pero creo que ante el incidente sufrido, voy a tardar en volver, con su pan se coman esta farsa de fiesta y esta dictadura de o te gusta o te callas.
Como dijo el Guerra…”No me voy, me echan”